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León Félix Batista



León Félix Batista (Santo Domingo, República Dominicana, 1964), ha publicado seis libros de poesía: El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997), Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001, Premio Nacional de Poesía “Casa de Teatro”), Mosaico Fluido (2006, Premio Nacional de Poesía “Emilio Prud'Homme”) y Pseudolibro (2008, Premio Nacional de Poesía “Universidad Central del Este”). Existen varias ediciones de algunos de estos libros: Se borra si es leído, poesía 1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, BsAs, 2000); Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, BsAs, 2006, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007); Inflamable (La Propia, Montevideo, 2009), Delirium semen (Aldus, México, 2010), Catorce torsos (Felicita Cartonera, Asunción, 2011) y Caducidad (Amargord, Colección Transatlántica, Madrid, 2011).


Está incluido en más de una decena de antologías de poesía publicadas en diversos países, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (la poesía neobarroca en América Latina, Iluminuras, Brasil, 2005) y Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010). En 2003 se publicó en Brasil la antología español-portugués Prosa do que está na esfera. Ha sido parcialmente traducido al inglés, sueco, alemán, italiano e indi.


Fue director de la editorial “Cantus Firmus” en Nueva York, donde vivió 18 años e hizo estudios académicos en Mercy College y Maestría por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. En la actualidad es Director de la Editora Nacional del Ministerio de Cultura de la República Dominicana.

A

anal. (adj., zool., del lat. anus) Procuro franquear su régimen de ser, otorgándole estatuto de liturgia. Mi culto es específico, más alto que la muerte, dominando las demás epifanías. Doble estrato riguroso para darle por ahí, con el fósil dilatando todo el diámetro: se asomará la sima y el torrente jubiloso de sus contracorrientes. Al bajar la corvadura de intervalos de prodigios me aproxima a los espejos de expresar su circunstancia. Asedios a la esfera, ligerezas de la sonda: de más leves hundimientos brotará la subversión. Bajo un código de fe, macerando amaneceres de sus luces gaseosas.
angelical. (adj., del lat. angĕlus, y este del gr. άγγελος, mensajero)  Recupero bien el rostro, contumaz en sus manchones, pero más su construcción rudimental. Miradas amarillas tramando red de alambres para frenar mi raudo corazón contranatura. Uno queda en nudo, solo, militando en lo confuso, hasta rehacer los hechos: a la radio fragorosa (proscribiendo el inconciente) se le vio extenderse a todo: licuefaciendo sillas, volviendo masas voces. Oscura luz pillaba, con rudo desbalance, su mazo ya curtido bajo atavío caqui, dos párpados hundidos pintados densamente y haciéndola más hembra con escándalos de plata. Los ácidos regresan en las índoles etéreas de gestos de su mano tomados del común que, vueltos sobre el sino, pero en vórtice de flor, fermentan bajo tierra.
aprendiz. (adj., m. y f., del lat. apprehendĕre) Oleosas las falanges (designadas a abscribirme) aparentan divergir, mas lo cierto es que atenazan. Así de raro el aire exagerado que me envuelve: caracol adelgazado y entre garras de palmípedo. Es el próspero despliegue, circular y proceloso, que vindica y perpetúa  todas las profundidades. Y, febril por lo fusible, también se envuelve el labio, describe escalamientos desasido de la base y apostándose en la cúpula: no estoy en el contexto. Para mí no habrá templanza, renuevos de amapolas, a partir de este disturbio. Me basta procurar no ser el pasto nulo, sin fibra, de esas fiebres.
axilas. (f., pl., del lat. axilla) Acorralo por las costas, bajo sagaz cotejo, la película de babas, celosías infecciosas. Los sentidos son mucosas en un vidrio embalsamado, recayendo en la epidermis secreciones. Es que el órgano vadea los contornos que perturban, cuando se volatiliza entre los visos de las venas: los periplos vigorosos ramifican, aberrantes, pero espesos de emulsiones que erupcionan. Incansables las elipsis, los desiertos sucesivos: los espacios estragados hasta el ras.

B

bizarro. (adj., del it. bizarro, iracundo) Se ven algunos brotes. Parece que hay escarcha. Acceso de las carnes por el extrañamiento. La vista necesita (sacándose las nieblas) fijar, tejer sentidos: realidad exagerada. El mismo filo débil de sol que los desuella va haciéndose notorio en su constancia, les da razón de albur y derrotero y forma, pellejo correoso sin sujeto que exaltar. El desperdigamiento, las conexiones libres, en favor de una armonía degradada. Registro paranoico que –en dispersión perpetua– multiplica todos sus antecedentes. Volverán de nuevo al humo regresiones infinitas o en el tedio de un futuro previsible, pero austral.
braguitas. (f., del celtolat. braca, ú. m. en pl.) Los hilvanes en los montes ramifican ricamente. La pirámide reclama su respiro por un páramo, porque en su transpiración sacarosa hay asechanza, suscitada por el eco y calistenias de galope. Las sienes no descansan cuando ejercen la censura sobre el cráneo traspasando turbulencias. Y la conexión no es clara, pero engendro de un esquizo (que cunde cuando llena con más sed su circunstancia).
brutal. (adj., del lat. brutālis) Desarticular un nudo por redefinir el ego, los  fragmentos que no han sido formulados en un  todo. Dar  al  busto y a los brazos cuadratura duradera, como ofidios que yo mismo formulé. Cuántas siegas minuciosas de charquitos en reposo, y entre estrías de moluscos, de terrenos  bajo  un  manto.  Sólo excavas, raspas, roes, el  tapete minucioso  y supliciado de la carne –el que te victimará, drenará, dará declive.

C

carnal. (adj., del lat. carnālis) Demencia entre los cuerpos de sablazos de luz negra. Bailamos una escena de safari de un tapiz. Rudo ruido de metales, tenaz entre las cuerdas, sobreviene por encima, cuando instala en los cerebros  la vacancia de su espacio. En el drama la mudez, purgación sustituida por un acero raudo, sucesivo y contundente. Frente a mí su cabellera, la morfina de un estuario, repetibles sus arcadas contra los desfiladeros. Tantos arcos inauditos y despliegues de una elipse, mutaciones en zigzag a las que no sé dar réplica. La violenta anatomía y el alcohólico estupor descalabran ambas sienes. Sólo el vértigo es (entonces) sostenible.
colegialas. (adj. f. pl., del lat. collegiālis)  Predispuesto a la emisión que su timbre animará, bajo el galpón, inerme, aspiro a no que escampe sino a que se encarnice con tronidos caudalosos. Caminan y deslumbran (lábil red en movimiento) a la vez que desbordando: como un arco en la fisión de este muslo con el otro, los goznes y costuras, dulces vafos. Al aire medias malva, recóndita rasilla, charoles que fermentan con chispazos. Allá los subproductos de sus exudaciones, detritus de una axila, con címbalos por labios. Las vierte el campanazo, parvada sin solaz: burbujas al estanque sumando mi inmersión. Cuadriláteros plisados, que vela el uniforme, como cuanto me demuele: bicho único que ve. Y la hidra del deseo que se enrosca con prudencia, no imagina ya qué asir. Garfio tan rudimental.
condón. (m., del apellido de su inventor, el inglés Condom) Escribo en crudo, así, episodios a editar, de pronto con engastes, serpientes en suspenso y légamos que extienden su eficacia.  Tan vano es el montaje que aromas se abren paso por esta cornucopia de calor. Texturas satinadas, deliciosamente frías, se adhieren con ventosas a toda cavidad. Y salta, granuloso, lo críptico a volumen, transpira en la penumbra su furor por superficie.
cuatro. (adj., del lat. quattŭor) Derrape de cuadrúpedo: me da una esfera en dos. Las flores del vestido ceñido a tres dobleces sobre el cabo de la raquis: crepúsculo de perros. Será mi gran velamen, convexo por mi empuje: cavernas que balbucen oráculos eléctricos. Volcado en pleno el músculo –de todas cavidades–, con garfios las muñecas, induce alternativas. Sujeto sin historia, disuelto entre sus pifias y falso oficio escénico: no quiere no ser yo. Aunque se dispusiera para amalgamarse en uno cuando el péndulo le dé su madreperla.
cuero. (m., del lat. corĭum) Derrame intermitente por círculos acuosos, como transpiraciones del ribazo climatérico: tejido que, nublado, replica imponderables, los reinos de aberturas turbadoras. Después se contradice y (en una esfera exacta) perpetra el almanaque: lo puede hacer brotar. Pero las percepciones –parece– no progresan ni habrá  desplazamiento del humo entre las cosas. Lo que sostiene al ego, la pura piel voluble, discurso del vestido –y asilo en su fisura: desde su núcleo espléndido el ángulo del tronco bajando  se  bifurca –para delimitar. Vendrá la oscuridad de cuervo en cuervo, carnosidad que ensancha al cataclismo.

D

dedo. (m., del lat. digĭtus) Cicatrices radioactivas que articulan oquedades, y de arriba a abajo cardo peligroso, hirsuto, inmóvil.  Retoños en cualquiera de sus cortas coordenadas que suman anarquía y atributo de sujeto. Inasibles –pero oscilan  entre acres de algodón, como lava de organismos manifiesta al microscopio. Arrebatos se disipan de la superficie en pompa: superficies que undularan pero allende los volúmenes. De manera que, en agudos, se coloca mi falange, como buril viscoso que le dará taller.
descenso. (m., del lat. descensus) La fronda va orquestando (cantera de algo crudo que tragará mi anguila) compuestos inestables de piel que me habla en pez: aquello que antes era privilegio de las olas sobre las mares llanas. Sustenta abultamientos, sinuosidad, intriga, conatos de siniestros, su cifra reversible. No logro hacer acopio, la orilla es infinita: mareas numerosas rompiendo contra escrotos. De pronto el centro es lúcido,  de cobre fibra  a fibra: desechos de otros deltas que, en lo trascendental, serán mejor trillados (cuando se eduque el gusto).
desnudo. (adj., del lat. nudus, desnudo, infl. por desnudar) Un ácido que lleva al nervio al linde: se conculcan y separan carne y tela. Mediante la afluencia de contenido armónico –notablemente ampliado– comparecen turbulencias: las franjas de neblina trabajan la eficacia fortísima de aristas, en  plano elemental (sin muchos lados, roto). Aluminio de mujer, serpentinas por las piernas, sobre las fascinaciones imprudentes de sus bríos. Bajo su fundamento de transubs-tanciación el túmulo liláceo, la braga incidental: fenómeno inexacto del foco estroboscópico en la desordenada sucesión de circunstancias.
doble. (adj., del lat. duple, adv. de duplus)   Lo que sigue es el prospecto de un tumulto: por obra de la herida vulnerando un muro ciego se insinúan dos cabezas y sus troncos en fragor. Mi fuente es nula, entonces: graznidos embozados (gargantas en crescendo) se reforman sin cesar. Los cueros sólo quieren plasmar la convulsión: regir  arcilla agreste en todas partes. Umbrales receptivos de ciénagas sin clímax, de un océano que desasosegara. Una vez la carpa vuela las falanges de ordinario la consiguen sumergir (querrán su agostamiento, la sedimentación, tornarse en el microbio más caníbal). En mi tórax turbamultas, que miro aquel diedro, minúsculos batientes, canal en que deriva.
doloroso. (adj., del lat. dolorōsus)   Descartarás el barro, porque se precipita buscando inconsistencia, por ser principio activo, materia del demiurgo. Apuesta, pues, a piedra: primigenia en su estructura, sin fase divisible,  para exponerla a arena. Abandona sin efecto mi anterior autonomía en tal bloque tallar: no habrá sujeto previo. Y hasta hacer la carne así: desconchones en suspenso que progresen dúctilmente hacia la condensación.
dormida. (adj. f., p. p. de dormir,  del lat. dormīre)   La cripta en carne cruda, barniz en el umbral: así se descuartizan corazones. Mi anhelo es propiciar un zumbido y tolerarlo, una historia y escribir, la sustancia y ser vacío. No es una maniobra sino un pánico vital y mi lento aullar neumático cuajado en la faringe: envuelvo y luego borro lo que habré de articular, debido a la avería de mis alucinaciones. Tal es el centro sólido que rige un espejismo: el cuerpo que presencia su propia expropiación desde un nivel alterno, lejano tema astral.

E

ébano. (m., del lat. ebĕnus, y este del gr. έβενος) Coral de carne oscura, de instantes sin estirpe. Por la sábana conjuntos descompuestos. El cálculo obsesivo de esa fuente inanimada refiere un sacrificio de común sustitución: pelo crespo, rostro ovoide: relación rudimentaria vertida en aprensiva vocación de afinidad. Para labrar la idea de su perfil de filos: otro astro al ensancharse para extroverter un trueno. Quien  la sueñe estallará lesionado en su accidente, poliedro sin especificidad.
esclava. (adj. f., del b. lat. esclavus)    Coagule aquí el baldío y, en vez de la borrasca, biseles de sargazos: semilla de medusas. Elíxires de luz fugaz como abundante, y almíbares que ayuden a vivir. Las formas (cercenadas de la generalidad, así como en el prisma o en un denso criptograma) propenderán al arco, volverse espiroquetas, tendrán delicadísimos helechos. Fotones y pupilas, con sus principios ígneos, hilvanarán el orbe: la carne escribe a oscuras. Flagelos, debajo de flagelos será reconstruida y perfilada su entidad.
exhibición. (f., del lat. exhibitĭo, -ōnis)   Sostengo un doble mágico, rasgado en componentes, aunque ningún exceso lo consiga compensar. Persigue su infinito y escruta sus contextos como símbolo y espacio para la disipación. Sostiene varias poses, alternativamente: una variante explica la anquilosis de los huesos, lo turbio en sus conductas: la tara de la edad. Otra ofrece encarnaduras allende el plano físico: quimera sin contornos, grosero protoplasma. Cabría –pese al vicio– datarlo en otro estadio, basado en presunción de que condensa en brasa. Mi doble siempre quiso pasar apocalipsis, posarle a Mapplethorpe y perimir.
extremo. (adj., del lat. extrēmus) Sólo sé de las cortezas. Mas, si esto es el azar, probablemente caos, desconcierto, me conciernen.  Mi descripción podrida se limita a su desorden, a circuitos de pantanos que suscitan  movimiento, y el oxígeno depende del vigor de esta bisagra. Arco duro, vieja data, se encarnizan: complexión. Pero en su nomadismo, absolutamente adjuntos, ya son equivalentes ordinarios. No pretendo dirigir, sí quisiera retener: estragar la realidad con su contrasentido. Para hacerlos incubar, para expandir sus diámetros, me hospedaré en los pliegues, el pensamiento en frío.

F

facial. (adj., del lat. faciālis, de la cara)  Unión de lumbre y nieve, de hipodérmicas con hielo: áurea lluvia y yin en llamas. En la nuca anida un lobo consagrado a taladrar, para ser la nervadura de su jade. El pelamen libre oculta la delgada perversión que conciben las clavículas salientes; sobre el ámbar (proceloso) –que da color al cuerpo– se extiende hasta los áspides del brazo. Pupila de rapaz y peso de felino hasta agotar las puertas, el óleo de la ojiva.
frenillos. (m., pl., d. de freno) Fisura de carmín que me empuja a su compás y con toda la ranura dilatada. Hender los pergaminos libera algo de mar: inútil desbandada sujeta al mismo espacio. Partículas son éstas muy próximas al mundo: proyectan mortandad,  derrames cuando embisten. Yo repto por implantes cavando en la oclusión, succionando exudaciones, las mismas vías muertas. Y del hábil membranar, por el que rebosa alambre, por fin produce un cúmulo, astringencias en la tráquea: así que se desgastan mis músculos de mando, llevándome a la boca incandescencia.

G

gorda. (adj., f., del lat. gurdus) Formula busto y pelvis para el ancho y espesor: asentar debidamente  lo adiposo.  Cazar con ecuaciones las cuatro extremidades, y ensaya así una síntesis del rayo.  Selecciona coberturas dependiendo del placer o de la oblicuidad: cubrir lo contingible, los puntos desplazados bajo auspicios de un vector.  El tejido: terciopelos más sublimes o poliésteres  domésticos, pesados, sordos, ocres.  Ya eres cuerpo trepanado, virulenta exuberancia: otra vez mi frenesí consumado con templar.
grupo. (m., del it. gruppo) Tras una minuciosa reconstitución del sueño (que persiste en la ambición de articular) vislumbras expandiendo, licuando las escalas, las sombras de la hoguera: eternidad. Timbrando las guitarras: guarismos en estratos entre los que se instalan estos acontecimientos; pellejos percutían un arte de hojalata: cuando las tres bailaban urdían el tambor. Abdómenes danzaban (vapor en epidermis) y al lila exonerado de uveros esparcidos las ingles entreabrían su cisma impermeable. Yo no descalifico con símbolos con órganos ni arbustos ni arrecifes: deduzco derivados de rápida grafía, fusiones que son cúpulas: había un buque anclado. Hubo lluvia, sin embargo, la arenisca se hizo limo, llamarada troncos muertos. Armar la impermanencia no es doctrina.

H

húmedo. (adj., del lat. humĭdus) En el juego de plasmar en palimpsestos la experiencia de la sangre en combustión (y en los fastos que circuyen cada nido faltando los fragmentos unitarios) aparecen los diseños de engranajes, oscilando entre materia y abstracción. Están en la tarima, bajo playeras húmedas: la piel como esplendor, superficie de registro. Imposible percibirlos, precisar su evolución, las franelas como réplicas de réplicas. Permanecen indelebles dentro de calor perpetuo a fin de hacer patente la constancia de su culto. Aquí son consignados para  inmortalidad. Aquí dejo su imposible transcripción.


I

indecente. (adj., del lat. indĕcens, -entis)   Tenebrosidad en llamas subyugándome ambas sienes: los tubérculos dan pubis por una curva eléctrica. Recorrido imperturbable porque (al escoger contornos) prosigo tras segmentos –desnudos, en secante– que soportan levemente su mentón neandertaloide. Quizás alguno es mío de entre aquella masa informe desvaída en un bullir: frenéticos pistones por las piedras esculpibles, parecidos a las cifras que suscitan lo concreto. Cómo no tomar en cuenta las posibles averías, turbulencias con arcadas: sus pillajes peligrosos, con mi núcleo de memoria como esponja duradera.
inflable. (adj., del lat. inflāre) Puro aliento que Sacher-Masoch valida. Pero alerta: extremidades, busto y cara artificiosos. Si establezco que en su pie, que en la planta de su pie, finaliza el horizonte, ¿seguirá su indiferencia a los azúcares del labio y a la pasta del piñón que yo sostengo? Otras siglas cargarán con las probabilidades del pinchazo o la rotura, puesto que la rotación es bastante manifiesta: como el fuelle de una arteria (si no impávido, perenne) las espesas ligaduras se disuelven y a seguidas el ensarte las reanuda, congregando el contenido de lo expuesto. Vivo en dunas inasibles cuyo estrato se deshace. Cuanto  inhume prenderá.
inmaculada. (adj., f., del lat. immaculātus)   Escaldaban, mis falanges, aunque no me condujera como en circunvoluciones. Y tras el arbitramento de espirales y labores vienen peces abisales. Improviso (como puede descifrarse de las máculas de gis cuyo trámite yo escribo.) Los dedos con especias, superficies expresivas dormidas en el margen que jamás remontaré. Desarrollo sacrilegios como antigua acción de culto: me aproximo ya a las lindes para mi defenecer. No consigue –sin embargo–  liviandad con sus celajes: el volumen sigue firme como intacto mi zarpazo, restaurándole las faldas de tejido de taller. Contendor inubicable, tan virtual y ausente, entonces.
institutriz. (f., del fr. institutrice, maestra) Como lleva faldas lánguidas, omítelas: asígnate a abstraer los suburbios del abdomen. El estiércol tiene hangar en esa esfera, es cierto, pero es casa de otras bestias lubricantes y en activo. Recto el corte de la blusa, rumiarás otro rigor: destejer los paladares no te hará retroceder, el derrame atenazando  cardinales ligamentos. Interrumpe los dictados, dilapida el discurrir, firma a puño los anónimos. Dibújala, dibújala y despierta a lo frondoso, un elástico en las manos.

J

jugoso. (adj., del lat. sucōsus) Deberé tragar a fondo la aspereza de su lija, las hilachas de por medio –como ha sido demandado. Ya yéndome por márgenes con menos espesura, de cualquier manera hay olas en el óleo de los labios. Lacerante genitalia se desase de la tundra, deviniendo tan cercana que me esquilma la eclosión de pequeñas muertes rancias de libélulas más leves: tengo coágulos de nubes en la boca. Tegumento el paladar (que es inmune a corrupciones) cuando alcanza masa crítica. Pero el aire no se puede recibir sino con branquias y el encéfalo, volátil, se desboca por sus grietas.
juguete. (m., d. de juego, del lat. iocus)   No sé cómo funciona, mas germina de improviso  supurando de fisuras, de moléculas menores: el eje misterioso (bajorrelieve, trazo) me parece un planteamiento sutilísimo del aire cuando sigo su feroz resurrección. Además está la bruma (sostenida con ventosas) generando allí alpinismo, las sustancias de los surcos. Lo he vivido derivar y eludir livianamente como flotan ciertas formas: sublevando superficies. Y mi afán es el principio de cualquier incertidumbre: descoyuntar la entrada, ya con carne, y contender.

Posteado por Angela Barraza Risso el 12:12. etiquetado en: , , . puedes segui el rss RSS 2.0. déjanos tu comentario

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